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Agricultura orgánica y peso corporal

Más Biotecnología y menos ultraprocesados

Por: Pilar Serrano Galvis. Nutricionista-Dietista. Dirección Técnica.

Exceder el consumo, ya sea de calorías o de agroinsumos, tiene serias implicaciones en la búsqueda de un medio ambiente saludable.

Día a día crece la tendencia del consumo de alimentos frescos, de origen natural, de fácil y rápida preparación y que tengan mayor contenido de nutrientes por porción; lo mejor, es que esta tendencia de los consumidores está en consonancia con el planteamiento de la FAO, la oficina de la ONU encargada de la agricultura y la alimentación, cuyo lema en la celebración del día mundial de la alimentación en octubre de 2021 fue: “Mejor producción, mejor nutrición, mejor medio ambiente y una vida mejor”.

Cuando los consumidores, los productores y los organismos internacionales toman acciones armonizadas bajo los mismos objetivos, todos caminamos hacia un cambio real, es decir, más que una tendencia, empiezan a perfilarse nuevos hábitos de producción, consumo y aprovechamiento biológico que creemos puedan contribuir a hacer sustentable y segura nuestra alimentación en el futuro. Sin embargo, cada uno de estos actores tiene diferentes motivaciones, porque el impacto de sus decisiones de cambio, tienen escalas de medición ajustadas y específicas. Aquí hacemos referencia al alcance de las decisiones personales de consumir alimentos producidos de manera orgánica, lo concreto de sus promesas de valor y su efecto en nuestra búsqueda de una vida mejor, reconociendo los momentos en los que cada uno de los actores de la cadena alimentaria cuentan.

Los métodos para producir alimentos no siempre son fáciles de clasificar y es frecuente que haya superposición entre sistemas de producción, en este caso, la agricultura convencional y la agricultura orgánica; en lo que aplica a los cultivos orgánicos de caña de azúcar y de acuerdo a las regulaciones europeas (Mie , y otros, 2017), comprende el uso de fertilizantes como abonos a base de estiércol, buen manejo de fuentes hídricas y que predomine el uso de servicios ecosistémicos para control de plagas como en el caso del azúcar Incauca Orgánica, evitando las alterativas ofrecidas por marcas comerciales de moléculas químicas o agroinsumo.

Existe evidencia científica robusta que indica que la producción de alimentos es una de las grandes causantes del cambio climático global contribuyendo a la pérdida de la biodiversidad, el mal uso de recursos hídricos que interfieren con los ciclos globales de fósforo y nitrógeno, el uso de la tierra y la contaminación química (Koch , y otros, 2021).  Sin embargo, cada vez existen más reportes de estudios realizados en países europeos en los que se habla del impacto de la sobrenutrición y la obesidad en el cambio climático con base en el perfil de alimentos consumidos regularmente y el tamaño real de la porción consumida, en comparación con lo que sería necesario para estar bien nutrido; llama poderosamente la atención que en dichos estudios los azúcares y dulces no representan un grupo de alimentos importantes dentro de los indicadores analizados (Franco, y otros, 2022).

Las publicaciones científicas orientadas a describir y caracterizar estilos de vida, motivaciones y patrones alimenticios en relación con el consumo de alimentos orgánicos, han aumentado y se trata principalmente de cuestionarios de frecuencia de consumo alimentario. Pero aún son escasas las investigaciones relacionadas con el efecto de los alimentos de agricultura orgánica en la salud humana, especialmente en estudios de intervención de largo plazo (Mie , y otros, 2017).

Exceso de calorías en la dieta y gases efecto invernadero.

En 2019 se publicó el primer artículo de revisión científica dedicado a definir un sistema alimentario sustentable, dietas saludables, y las acciones viables para soportar la acelerada transformación de la época geológica nombrada como Antropoceno (Koch , y otros, 2021).

La primera revisión sistemática de la literatura científica, para explicar la relación entre calentamiento global y la epidemia de obesidad, incluyó 50 estudios publicados desde el 2002 en donde los autores construyeron un modelo conceptual que estableció como determinantes comunes: a) Uso de la tierra, urbanización, transporte motorizado y productividad agrícola que han sido afectados por el crecimiento de la población, industrialización y la economía de los combustibles fósiles; b) Estos factores que generan una alta emisión de gases efecto invernadero y acrecientan la epidemia de obesidad por transición epidemiológica e inactividad física (menor gasto energético para conseguir alimento); c) El calentamiento global afecta directamente los índices de obesidad por termogénesis adaptativa y por los precios de los alimentos en las cadenas; y por último, d) La epidemia de obesidad que contribuye al calentamiento global por el exceso en el consumo de energía (tanto metabólica proveniente de los alimentos, como la energía requerida para la transformación, empaque y distribución de los mismos) (Koch , y otros, 2021).

La obesidad puede estar asociada al 20% de las emisiones de gas efecto invernadero comparado con tener un peso adecuado; la producción de CO2 es el resultado de un metabolismo oxidativo por las altas demandas metabólicas que redundan en un aumento de peso, mientras que la producción de alimentos para suplir dichas demandas incrementadas, también suman en ese porcentaje de emisiones. El balance energético es el concepto planteado como estrategia para luchar contra la obesidad y relaciona la ingestión de calorías con actividad física y energía disipada.

Esta compleja integración se puede entender cuándo por ejemplo los consumidores que generalmente compran alimentos orgánicos, también son físicamente activos y poco disfrutan fumar (Mie , y otros, 2017). Pero como plantea Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad EAN (Baptiste, 2022), “Lo que para algunos se convierte en alternativas de bienestar, como el consumo de dietas sanas, sin agrotóxicos… representa una huella ecológica inequitativa para otros..”. En este caso, aquellos  consumidores cuyo peso corporal está asociado al exceso de calorías, sobrenutrición y dietas de baja calidad, sean posiblemente ricas en sustancias contaminantes de conocido efecto hormonal que promueven la formación de grasa y el aumento de peso (Koch , y otros, 2021).

Un estudio poblacional realizado en el Reino Unido, calculó que en su población el 24.4% de los gases de efecto invernadero asociados a la dieta son generados por la carne roja, seguido de los lácteos (13.6%), las bebidas gasificadas (7.3%), los cereales (6.9%), los dulces y confites (6.0%) igual que el pescado (6.0%), carnes blancas (5.9%), aceites y grasas (5.5%) y vegetales (5.3%); para muchos otros tipos de alimentos (frutas, bebidas infusionadas y/o alcohólicas, huevos, nueces, etc..) el porcentaje de contribución fue menor al 5%. Estos resultados se calcularon con base en una población promedio de 47.6 años, sedentarios en su mayoría y con un índice de masa corporal indicador de sobrepeso.
La metodología propuesta por este estudio se ha utilizado en varios países europeos, no incluye otros criterios como el uso de la tierra y agua o el cuidado de la biodiversidad sobre procesos productivos, que se recomienda tenerlos en consideración para futuros estudios (Murakami & Livingstone, 2018).

A manera de conclusión, mientras avanzan los estudios acerca de los beneficios que puede tener para la salud consumir alimentos provenientes de sistemas orgánicos de producción agrícola, debemos ganar consciencia en que si mantenemos un peso corporal adecuado y buenos hábitos de vida que incluyan actividad física, ya estamos haciendo nuestro aporte a disminuir las emisiones de CO2, uno de los gases efecto invernadero que produce nuestro cuerpo y cuya producción aumenta de manera proporcional si excedemos el consumo de alimentos.
NOTA. Los artículos científicos referidos a lo largo de esta campaña son de libre distribución. Para obtener cualquiera de ellos puede solicitarlo escribiendo a info@alimentacionfuncional.net

Bibliografía

Mie , A., Andersen , H. R., Gunnarsson , S., Kahl , J., Kesse-Guyot , E., Rembiałkowska , E., . . . Grandjean, P. (2017). Human health implications of organic food and organic agriculture: a comprehensive review. . Environ Health.

Murakami, K., & Livingstone, M. E. (2018). Greenhouse gas emissions of self-selected diets in the UK and their association with diet quality: is energy under-reporting a problem ? Nutrition Journal.

Koch , C. A., Sharda , P., Patel , J., Gubbi, S., Bansal , R., & Bartel, M. J. (2021). Climate Change and Obesity. Horm Metab Res.
Baptiste, B. (2022). Sostenibilidad Profunda. Semana.

Franco, S., Barbanera, M., Moscetti, R., Cicatiello, C., Secondi, L., & Massantini, R. (2022). Overnutrition is a significant component of food waste and has a large environmental impact. Scientific Report.

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