Por: Pilar Serrano Galvis. Nutricionista-Dietista. Directora Técnica Functional Corp. Corporación para la alimentación funcional.
La Alimentación Funcional no es moda, no es una receta, no es comprar alimentos con ingredientes raros o fórmulas mágicas. Es una escuela basada en el aprendizaje experiencial sobre cómo adaptarnos, de la mejor manera, a las diversas formas para alimentarnos hoy, tanto con la comida casera como con la comida procesada que está disponible fuera del hogar, y que es atractiva, nutre y se ofrece como una de las muchas soluciones cómodas y seguras para la nueva realidad.
Si usted aprende a alimentarse funcionalmente, estará en capacidad de elegir, con conocimiento, todo cuanto compra en su mercado. En algunos casos ahorrará, en otros tendrá que aumentar su presupuesto, porque usted decide qué comer, en qué cantidad, a qué hora y cuántas veces por semana; de acuerdo a su edad, el
tipo de trabajo que desempeña, la intensidad de su actividad física y lo más importante: sus gustos.
Si bien la nutrición y la salud pública están íntimamente relacionadas, siendo el estilo de alimentación un gran factor ambiental que podría evitar que haya personas que desarrollen enfermedades como diabetes, hipertensión, cáncer, etc. Sin embargo, no hay políticas nutricionales que sean del todo efectivas en modular el gusto de los consumidores y por ende lograr cambios masivos, importantes y a largo plazo en la cultura alimentaria. Lo único que realmente cambia los hábitos de consumo de las personas, y de una comunidad, es aprender a comer hoy, con la comida que se produce a nivel industrial o artesanal, nacional o importada, y que influye en el peso corporal y las preferencias de las personas (Warren, Smith, & Ashwell, 2017).
Es muy frecuente hoy, en el contexto de una pandemia, que abunden los mensajes de pánico frente a alimentos que pueden no contribuir de manera significativa al bienestar de las personas, sobre todo si culturalmente ha aumentado su consumo de manera exagerada y desmedida, por ejemplo de calorías, mientras disminuye cada vez mas el nivel de actividad, de desplazamiento físico para trabajar y las limitaciones para compartir espacios deportivos.
A través de este nuevo espacio educativo que abre INCAUCA para acompañar a los consumidores en el proceso de aprendizaje que exige la Alimentación para ser cada vez mas Funcional, usted encontrará conceptos claros y prácticos que le ayudarán a mejorar la selección, combinación y preparación de alimentos que estén al alcance de sus manos, su bolsillo y sus gustos y le permitan que su cuerpo esté bien nutrido, se defienda de las amenazas ambientales, usted pueda trabajar con eficiencia y productividad y descansar con sueño reparador.
¿Cómo serían las calorías funcionales para mantener un peso saludable?
Las calorías son una medida de la energía que necesita el cuerpo. Todas nuestras células usan energía ya sea para elaborar pensamientos, para trabajo físico (movimiento, fuerza, resistencia) o para que nuestros órganos se comuniquen, por ejemplo que el cerebro sepa que el estómago está vacío o que el azúcar en la sangre está disminuyendo y así percibamos o tengamos conciencia de la necesidad real de alimentarnos, no del simple hecho de comer.
La energía, medida en calorías, la podemos obtener de los azúcares, las proteínas y las grasas, los nutrientes más importantes presentes en casi en todos los alimentos, en diferentes proporciones; los primeros aportan desde 2 hasta 4 calorías por gramo. A más dulzor, más calorías; también existen los endulzantes que no son azúcares por lo tanto son no calóricos. Las proteínas aportan 4 calorías y son quizás las más costosas, no sólo porque los alimentos con mayor cantidad de este nutriente son los más caros en la canasta familiar, sino porque el proceso que hacen las células consiste en romper la proteína hasta sus pequeños ladrillos y empezar de ahí a construir otras moléculas antes de llegar a producir calorías.
Por último, las grasas, aportan 9 calorías por gramo, por esta razón mucha gente les tiene “miedo”, sin embargo, pueden ser tan útiles como los azúcares si no las dañamos durante el proceso de preparación de un alimento; de eso depende que sean nutrientes buenos, útiles para las células o no tan buenos, porque se van depositando en la redes de distribución de nuestro cuerpo, es decir, las venas y las arterias.
Según la última encuesta nacional del estado nutricional en Colombia – ENSIN 2015/2018, (MinSalud. Prosperidad Social. Instituto Nacional de Salud. Bienestar Familiar. Universidad Nacional de Colombia, 2015), solo el 25,6% de los menores de 5 años hacen juego activo, mientras que el 62% pasan exceso de tiempo frente a las pantallas; entre 6 y 12 años, solo el 31% cumple con la recomendación de actividad física, y el 68% excede el tiempo saludable frente a una pantalla; entre los 13 y los 17 años, disminuye aún más la población que es activa, a solo el 13%, y el tiempo no saludable para estar frente a una pantalla llega a ser un factor de alerta en el 77% de la población. En mayores de 18 años, solo el 51% de la población cumple con las recomendaciones de actividad física.
Con estas cifras, queda en evidencia que es urgente un cambio en el nivel de actividad física de la población en general, dado que una alimentación funcional orientada a familias en las que la tecnología y las pantallas ocupan entre el 25% y el 77% de su tiempo, desde sus primeros 5 años hasta la edad adulta, debería aportar menos de 1000 calorías, una cantidad límite que puede llegar a ser un riesgo porque el cuerpo necesita calorías, y los nutrientes que permiten estas dietas tan bajas en ellas, son muy pocos para garantizar la salud de las personas.
Existen muchas advertencias acerca de no exceder las calorías en forma de azúcares, más aún si el ejercicio físico no hace parte de nuestra rutina diaria. Para personas con un mayor nivel de actividad física y deportistas en general, el azúcar es quizás el nutriente mas importante, podríamos decir que dentro de la alimentación, para garantizar funcionalidad deportiva, un consumo constante de azúcar, ayuda a preservar la masa muscular y a disminuir la sensación de cansancio, y por ende mejorar el rendimiento deportivo.
¿Y cuando esas calorías me dan sensación de ‘bienestar’?
Los alimentos de alto aporte calórico y bajo aporte de proteínas, vitaminas, minerales o fibra, se consideran indulgentes; en otra palabras, todo ser humano, recurre algún tipo de alimento para “premiarse” de vez en cuando, y así fácilmente sobrepasa el límite de las calorías funcionales. Comer palomitas de maíz durante el tiempo que vemos una película, o “endulzar” al amigo secreto durante este mes, son comportamientos indulgentes y esas son calorías que el cuerpo guardará porque se consumen por una razón diferente a producir energía vital.
Esto nos indica que seleccionamos lo que comemos no solo por la forma cómo funciona nuestro cuerpo y su metabolismo sino, según nuestro estado de ánimo, lo cual nos pone frente a un factor ambiental adicional para tener en cuenta dentro de una alimentación funcional: los gustos y las emociones de los consumidores (Kerin, Webb, & Zimmer-Gembeck, 2019).Disminuir el consumo de calorías como estrategia de salud pública es mucho más que limitar el consumo de azúcar; se requiere educación nutricional para aprender que la funcionalidad presente y futura de un consumidor depende de una alimentación completa, equilibrada, suficiente y adecuada. Bienvenidos a la escuela INCAUCA para la Alimentación Funcional.
Bibliografía
Kerin, J. L., Webb, H. J., & Zimmer-Gembeck, M. J. (2019). Intuitive, mindful, emotional, external and regulatory eating behaviours and beliefs: An. Appetite, 139 – 146.
MinSalud. Prosperidad Social. Instituto Nacional de Salud. Bienestar Familiar. Universidad Nacional de Colombia. (2015). ENSIN – Encuesta Nacional de la Situación Nutricional. . Bogotá DC: MinSalud y Protección Social.
Warren, J. M., Smith, N., & Ashwell, M. (2017). A structured literature review on the role of mindfulness, mindful eating and intuitive eating in changing esting behaviours: effectiveness and a potential mechanisms. Nut Res Rev, 272 – 283.